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¿Cómo sobreviven los payasos a la pandemia? Bromas con mascarillas, actuaciones ante las cámaras y globos desinfectados

Guilford Adams realiza un espectáculo para niños en un preescolar en Glendale.
Guilford Adams realiza un espectáculo para niños en un preescolar en Glendale.
(Christina House / Los Angeles Times)

Guilford Adams hace reír a los niños. Ese ha sido su trabajo durante casi dos décadas.

Pero eso fue antes del impacto del nuevo coronavirus, que cambió no sólo su profesión sino también su humor. El primer lunes de junio, mientras llenaba una gran maleta verde con los accesorios que necesitaría para tratar de entretener durante casi una hora a 10 niños preescolares inquietos en una guardería de Glendale, Adams estaba preocupado porque su acto ya no funcionara.

¿Entenderían los niños los chistes que ahora debe gritar portando una mascarilla facial? ¿Podrían seguir los trucos de magia y el juego de manos desde una distancia socialmente segura? ¿Querrían incluso los globos con forma de animales ya que estuvieran desinfectados?

Tales son los temores de un payaso en la época de COVID-19.

“Se siente un poco desarticulado”, dijo Adams mientras se ponía un par de guantes de plástico azules y cubría su ceño preocupado con una amplia sonrisa y una nariz roja y bulbosa pintada en una mascarilla de tela blanca. “No puedes hacer todo lo que quieres realizar”.

Como temía, el trabajo en la guardería tuvo un comienzo difícil. Usando pantalones de lunares en blanco y negro, una camisa a cuadros y tirantes rojos debajo de un sombrero rojo, Adams luchó para conectarse con los niños que estaban sentados al otro lado del césped.

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Los primeros chistes pasaron y, cuando un truco de magia resultó ser menos que mágico, el público comenzó a retorcerse en sus sillas. Incapaz de utilizar las acrobacias físicas y las interacciones de las que dependen los payasos para conectarse con los niños, Adams comenzó a sudar bajo el sol de la mañana.

 Guilford Adams disinfects his guitar before performing a show at a preschool in Glendale.
Guilford Adams desinfecta su guitarra antes de realizar un espectáculo en un preescolar en Glendale.
(Christina House / Los Angeles Times)

Como la mayoría de los trabajadores temporales, Adams ha sido devastado financieramente por la pandemia y los cambios dramáticos que trajo a la vida diaria. Antes del brote, podría hacer media docena de espectáculos durante un largo fin de semana y ganar hasta $1.000. La actuación en el patio trasero de una guardería de Glendale sería sólo la tercera desde que se establecieron las órdenes de quedarse en casa hace tres meses.

No ha tenido otra actuación desde ese día.

“Tengo una hipoteca. Necesito comenzar a pagar las cuentas”, dijo Adams, quien, como la mayoría de los payasos, vive en nuestra imaginación pero en la vida real reside en una pequeña casa en Highland Park que comparte con su esposa y sus gemelos de 3 años. “Necesito averiguar cómo es trabajar ahora en una especie de mundo COVID. Todos estamos tratando de deducirlo”.

Guilford Adams makes balloon animals for children.
Guilford Adams hace animales con globos como parte de su actuación de 45 minutos.
(Christina House / Los Angeles Times)

Pero si el coronavirus ha agotado las cuentas bancarias y ensangrentado las narices falsas de payasos de fiesta como Adams, también abrió nuevas posibilidades para otros artistas. Como el COVID-19 ha obligado a la mayoría de los hospitales a cerrar para todo el personal menos al esencial, los payasos médicos, piense Robin Williams en “Patch Adams”, han trasladado sus actos a Zoom, FaceTime y otras plataformas de video.

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“Esto cambiará para siempre nuestra visión de lo que es posible”, dijo Zachary Steel, profesor asistente de práctica teatral en USC que enseña cómo ser un payaso médico en la universidad. “No consideramos esto como ‘Oh, esperemos a que pase la pandemia y luego nos ocuparemos de nuestros asuntos de la forma en que estamos acostumbrados’ ...Necesitamos ajustarnos, si lo que tenemos son limones entonces hagamos limonada”.

Hace sólo unos meses, los payasos médicos de Steel (voluntarios, antiguos estudiantes y otros) estaban limitados a ciertos pisos, ciertas habitaciones, incluso ciertos hospitales por enfermedades, síntomas y geografía. Entonces el COVID cortó incluso ese acceso limitado.

Sin embargo, llevar sus presentaciones a internet ha eliminado todas esas barreras.

“Al principio estábamos muy preocupados de que esto no fuera posible porque es una forma de arte interactiva, inmediata y en persona”, dijo Steel, de 39 años, quien también es co-director artístico de Clown School en Los Ángeles, donde los estudiantes pagan las clases. “Pero hemos encontrado posibilidades y oportunidades increíbles a través del payaso virtual. Ha sido asombroso”.

El payaso en el hospital, también conocido como ‘clown care’, ha existido durante más de 30 años y es especialmente popular en Israel, Australia y en toda América Latina, donde los payasos no tienen el estigma ni promueven el miedo, como a menudo lo hacen en EE.UU.

“Al principio, tanto la comunidad como los médicos no sabían sobre los beneficios”, cometó Raquel Gendry, de 51 años, cuyo programa de atención de payasos en Ecuador ha capacitado a 200 payasos voluntarios que han trabajado con 300.000 pacientes a lo largo de 14 años. Durante los últimos seis meses, ha estado colaborando con Steel en USC.

“No curamos, pero somos como doctores del alma”, dijo en español. “Jugar y amar es universal. Recibimos sonrisas, jugamos y la gente olvida por un momento que están en el hospital”.

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En el mejor de los casos, el trabajo de los payasos relaja y distrae a los pacientes al introducir fantasía y diversión en lo que normalmente es un ambiente serio y reglamentado. Numerosos estudios clínicos han demostrado su eficacia, especialmente entre los niños, para reducir el miedo y la incertidumbre de ser tratados por una afección potencialmente mortal.

Y aunque el poder del contacto directo y la espontaneidad física se pierde en el cambio a Zoom y otros servicios de videoconferencia, el COVID-19 ya había eliminado gran parte de eso de igual manera.

También permitió a los artistas ver que hay ciertas ventajas en actuar de forma remota.

Los payasos virtuales todavía se visten con el traje completo, usan una nariz roja y un sombrero y utilizan los mismos accesorios usados, pero en línea pueden cambiar su fondo, manipular el ángulo de la cámara y rebotar entre pantallas. Más importante aún, tienen acceso prácticamente a hospitales en los que no pueden ingresar físicamente.

Antes de la pandemia, los payasos de Steel visitaban tres hospitales en el sur de California. Ahora pueden actuar para pacientes en cualquier parte del mundo, incluidos aquellos en centros de atención a personas mayores, que han sido muy afectados por el COVID-19. Además, debido a que los payasos de Steel son todos estudiantes y voluntarios, las consecuencias financieras no los ha afectado tanto como a Adams, un payaso de fiesta.

“Nos adaptamos y creamos este programa virtual de payasos médicos, y realmente creo que es una gran ventaja”, dijo Rebecca Mellinger, quien tomó la clase de Steel en su semestre final en USC en 2017 y ahora, como coordinadora del programa de payasos médicos está guiando la transición a las plataformas digitales. “Nos dimos cuenta de que no tenemos que estar en la habitación para apoyar a estos pacientes”.

Clowns perform for Alejo Lacone at a pediatric hospital in Buenos Aires in 2015.
Los payasos actúan para Alejo Lacone en un hospital pediátrico de Buenos Aires en 2015. Una ley de Buenos Aires obliga a los hospitales infantiles a proporcionar payasos especialmente entrenados como parte de sus instalaciones sanitarias.
(Natacha Pisarenko / Associated Press)

De vuelta en Glendale, Adams está buscando una manera de reiniciar su carrera, hurgando en su PT Cruiser azul (las placas dicen “LA CLWN”, abreviatura de Los Ángeles Clown Co., su compañía) y descartando accesorios que ya no caben en su espectáculo a raíz del COVID.

Perder el trabajo es sólo uno de los desafíos a los que se enfrentan los payasos de fiesta: aprender a actuar en la nueva normalidad, con mascarillas y distanciamiento social, es otro.

Pero los payasos son expertos en ese tipo de improvisación porque ser uno, incluso en los mejores momentos, no es todo diversión y juegos. Hollywood puede ser particularmente cruel. Con películas como “Joker” e “It” que retratan a los payasos como sociópatas sádicos, puede ser difícil obtener una sonrisa incluso cuando tienes pintada la cara.

“Si eres un payaso, estás acostumbrado a caer y levantarte”, manifestó Adams. “Y debes disfrutar un poco porque no seguirías haciéndolo”.

“Ahora todos se sienten como yo. Todos estamos ansiosos en este momento. No hay alivio, todavía seguimos avanzando. Sabes que no tengo otras opciones. No tengo ninguna opción”.

Adams, de 46 años, ha estado representando a un payaso durante tanto tiempo, que los zapatos del tamaño de una patineta que su madre le compró hace casi 20 años han sido reparados seis veces. Sin embargo, en todo ese tiempo nunca ha experimentado algo como el brote de coronavirus, que no sólo le ha impedido trabajar, sino que está alterando la forma en que tendrá que hacerlo en el futuro.

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Guilford Adams ha tenido que adaptar su programa debido al coronavirus.
(Christina House / Los Angeles Times)

“Tuve que adaptar mi programa”, dijo Adams, quien estima que ha realizado casi 4.000 actuaciones desde su primer espectáculo cuando estaba en séptimo grado. Pero ninguno, hasta ahora, había terminado usando equipo de protección personal, parado al menos a seis pies de su audiencia y esterilizando todo lo que toca, incluidos los globos.

“Para ser completamente honesto, no sé cómo solucionar esto. He estado haciéndolo durante 20 años y no sé en qué me estoy metiendo”.

Pero la alternativa, hacer el espectáculo a la antigua usanza, es inaceptable mientras el virus persista. Entonces Adams insiste en usar una mascarilla y guantes y alienta a los adultos a su alrededor a hacer lo mismo. Por lo menos, es un buen ejemplo para los niños que pueden estar viviendo alrededor de la enfermedad por algún tiempo.

“No veo que mejore. Nos veo tratando de moldearnos en algo que es nuevo”, dijo. “Pero la realidad es que si yo fuera asintomático y contribuyera a lastimar a alguien, estaría devastado”.

Admite que pudo haberse preparado un poco para regresar antes de que el Condado de Los Ángeles se abriera por completo. Pero, ¿a qué funcionario de salud llamas para saber cuándo es seguro volver a ser un payaso?

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“Hay algo al alcance de la mano, lo que es contrario a lo que hacen los payasos”, señaló. “Los payasos entran un poco en tu espacio. Rompes las costumbres sociales. Pero ahora llega esta costumbre social artificial de los seis pies de distancia”.

En la guardería de Glendale, quedó muy claro que sus intentos iniciales de establecer una conexión con los niños no estaba funcionando. Pero cuando tropezó con un intento deliberadamente inepto de hacer malabares, una chica comenzó a reír. Pronto otros se unieron y Adams rápidamente encontró su paso.

Cuando terminó el espectáculo de 45 minutos, un maestro tuvo que intervenir para mantener a los niños en sus asientos.

Los niños en edad preescolar se ríen mientras Guilford Adams realiza un espectáculo.
(Christina House / Los Angeles Times)

“El COVID no va a desaparecer. No veo que cambie, así que voy a tener que renovarme”, dijo Adams, quien parecía cansado y aliviado mientras llevaba sus enormes zapatos de payaso de regreso al PT Cruiser.

“Niños de 5 o 6 años… esto es una verdadera sacudida para ellos. Saben que algo anda mal”, agregó. “La gente parece aterrada. Y creo que hay una especie de necesidad, de nosotros como payasos, para crear algo de normalidad para estos niños”.

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