Columna: Recordando a la leyenda de los estudios chicanos, Juan Gómez Quiñones
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La leyenda de Juan Gómez Quiñones parecía exagerada cuando me senté en el salón para el primer día de su clase de Historia de los Chicanos, en UCLA, en el trimestre de invierno de 2002.
Sus grandes anteojos y su tupido bigote hacían que el profesor pareciera más un jubilado amable, que el intelectual imponente del que contaban maravillas sus amigos. Caminó por el cavernoso salón de Knudsen Hall mientras los estudiantes entraban, luchando por sujetar un micrófono de solapa a su cuello. En voz baja y monótona, Gómez Quiñones leyó el temario sin entusiasmo.
¿Este era el hombre famoso por ser mentor de generaciones de estudiantes chicanos? ¿El que tenía una producción de libros, ensayos y poesía tan prolífica como la de Cornel West? ¿El que hizo tantas apariciones en la radio y la televisión en español como para que incluso mis padres supieran quién era?
Yo era un alumno de posgrado en estudios latinoamericanos en ese momento y rápidamente pensé que Gómez Quiñones no valdría ningún esfuerzo extra. Mis compañeros de clase parecían sentir lo mismo. Algunos se rieron de lo que estaba sucediendo ante nosotros.
Pero después de que terminó de leer el programa de estudios, todo tuvo sentido.
Gómez Quiñones disertó como una avalancha: un rumor lento y constante de hechos que se transformó en una cascada de palabras elevadas. Todos nos callamos y escuchamos —y aprendimos durante todo el trimestre.
Nos enseñó a enorgullecernos de lo que los mexicanos y mexicoamericanos habían logrado en las Américas. Su abundante uso de clips de películas —desde “The Twilight Zone” hasta “El tesoro de la Sierra Madre” e incluso un videojuego de “Toy Story” mostró cómo los estadounidenses habían demonizado durante mucho tiempo a los mexicanos.
Pero en lugar de quejarse, nuestro profe instó a la resistencia a través del compromiso con el mundo real y — a la par de importante— el conocimiento.
Me convertí en discípulo del hombre conocido por sus acólitos como ‘GQ’. Un curso se convirtió en otro, que se convirtió en tres, y le pedí que sirviera como asesor en mi tesis de maestría. Siempre parecía demasiado ocupado para ayudar —pero solo tenías que preguntar y él hacía todo lo posible para ayudarte.
No nos mantuvimos en contacto después de graduarme, principalmente porque elegí el arte oscuro del periodismo sobre la torre de marfil de la academia. Pero canté alabanzas sobre ‘GQ’ en las décadas que siguieron —y me enorgulleció escuchar de algunos conocidos chicanos que él leía regularmente mis cosas.
‘GQ’ terminó enseñando en UCLA durante casi 50 años. Era el mejor tipo de profesor que un estudiante podría pedir: alguien que cambia tu forma de pensar, que te desafía en todo momento, pero que también ofrece retroalimentación para edificarte en lugar de derribarte.
También dio un ejemplo para los estudios étnicos que todos en la disciplina deberían seguir: construir un legado tranquilo y sin pretensiones, no por la cantidad de personas que puedes cancelar en las redes sociales, sino por inspirar a miles a luchar por el bien cívico en lugar de la gloria personal.
Gómez Quiñones murió de insuficiencia cardíaca congestiva el 11 de noviembre, en su casa en Pacific Palisades. Tenía 80 años.
“Durante la última semana de su vida, Juan escribió declaraciones y organizó un seminario para destacar a los filósofos mexicanos más jóvenes”, señaló su esposa, Irene Vásquez. Ella preside el Departamento de Estudios Chicanos de la Universidad de Nuevo México. “Fue mentor de los estudiantes hasta el final”.
“Él no era alguien que buscara los aplausos o que dijera, ‘Yo soy el mero mero’”, comentó Reynaldo Macías, profesor de UCLA, colega y compadre durante casi 40 años. “Su filosofía era dirigir hombro con hombro, no desde atrás”.
Juan Gómez Quiñones nació en Parral, en el estado mexicano de Chihuahua, pero emigró junto con su familia a Boyle Heights cuando era un bebé. Se graduó de Cantwell High School en Montebello, luego fue a UCLA para obtener sus títulos de licenciatura, maestría y doctorado, trabajando como conductor de camión para pagar la matrícula.
Usó su posición en UCLA para ayudar a activar las llamas embrionarias del movimiento chicano en un resplandor con dirección y pasión. Aconsejó a los estudiantes que lideraron las huelgas masivas en las escuelas secundarias del Este de Los Ángeles en 1968 y colaboró con otros para escribir El Plan de Santa Bárbara, uno de los documentos fundamentales de los estudios chicanos, y el grupo anteriormente conocido como Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán (MEChA).
‘GQ’ siempre le recordaba a cualquiera que escuchara que los chicanos en la academia eran un grupo enrarecido en riesgo de olvidar sus raíces.
“Para los involucrados, existe una posible alienación dual de la comunidad chicana y/o la universidad y la sociedad”, escribió en un ensayo de 1974. “Sin embargo, la necesidad de conocimientos técnicos chicanos y la necesidad de análisis son primordiales para el futuro de la comunidad chicana”.
“Este es un mundo elitista, la academia, y él siempre se aseguraron de fundamentar nuestra ética como servidores de nuestra comunidad”, señaló José Luis Serrano Nájera, de 38 años, uno de los últimos estudiantes de doctorado de Gómez Quiñones. “Y mantener siempre esa conexión. Tenía esta mentalidad abierta que nunca perdió y nos enseñó a irrumpir siempre a través de todas estas puertas cerradas y barreras para que pudiéramos impulsar a quienes están atrás de nosotros”.
Ese compromiso resonó en la carrera de ‘GQ’. Ayudó a exalumnos a iniciar escuelas autónomas, formó parte de las juntas directivas del Fondo de Educación y Defensa Legal Mexicoestadounidense y del sistema Cal State. Se hizo amigo de políticos y trabajadores de servicios de UCLA por igual. El padre de siete también se tomó el tiempo para ayudar a dar forma a lo que finalmente se convirtió en el Monumento Histórico “El Pueblo de Los Ángeles”.
Pero ‘GQ’ nunca estuvo lejos de los estudiantes. Sus filas de exalumnos son legión. Profesores de secundaria y profesores universitarios. Agentes inmobiliarios y artistas. Consejeros y músicos.
Y este columnista polemista.
Tampoco todos sus estudiantes eran chicanos. Revel Sims es profesor de vivienda en la Universidad de Wisconsin-Madison y se echó a reír cuando le conté mi opinión inicial sobre ‘GQ’.
“Tenía todo tipo de personas en sus clases —jugadores de fútbol en la parte de atrás del salón, radicales chicanos en el frente, gente nerd y luego una pizca de gente blanca como yo”, dijo el hombre de 43 años. “Al principio todos pensamos, ‘¿Quién es este tipo?’ Pero tomamos en cuenta cada una de sus palabras”.
Sims posee copias autografiadas de la mayoría de los libros de ‘GQ’ y le atribuye el mérito de haber enseñado una historia activista transfronteriza de los mexicanos en Los Ángeles que se remonta al siglo XIX. “Me mostró un Los Ángeles diferente”, señaló. “Transformó mi manera de pensar y ahora trato de canalizar esa sed de conocer tu pasado, y seguir adelante con él todo el tiempo”.
Pienso lo mismo. Descansa en el poder ‘GQ’.
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