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Un bebé muerto, un médico millonario llama al 911 y surge una historia de drogas, amor y presuntos delitos

The sun's rays are seen through a crook in a tree branch above a stone bench at a cemetery.
La tumba de Boaz Yoder, un bebé que murió en 2017, en Hillside Memorial Park and Mortuary en Culver City.
(Wally Skalij / Los Angeles Times)

La muerte de un recién nacido llamado Boaz Yoder en un apartamento de Altadena parecía a primera vista un caso de síndrome de muerte súbita infantil.

Su madre les dijo a los investigadores que había puesto al bebé a dormir bajo mantas en una fría noche de otoño de 2017 y lo encontró a la mañana siguiente sin vida en su cuna.

Sin embargo, cuanto más de cerca miraban los investigadores de la Oficina de Homicidios del Sheriff, más dudas tenían.

La búsqueda de la verdad hundió a los detectives Mike Davis y Gene Morse en un mundo turbio de jóvenes adictos desesperados y traficantes de drogas de poca monta con un multimillonario deshonrado al centro: el Dr. Carmen Puliafito, ex decano de la Facultad de Medicina Keck de la USC.

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Durante dos años y medio, los detectives y un fiscal de abuso infantil rodearon a Puliafito y a la madre del bebé, una peluquera y exmodelo de desnudos. Aparecieron pruebas en la cárcel del Condado, un laboratorio de toxicología y los archivos confidenciales de los abogados de USC.

Lo que encontraron fue impactante, exasperante y devastadoramente triste, pero al final, solo una cosa importaba: ¿era suficiente para levantar cargos criminales?

Las investigaciones de homicidio rara vez son fáciles o rápidas, pero el caso de Boaz se destaca por el tiempo y los recursos que las fuerzas del orden dedicaron para buscar justicia. Es un caso que demuestra los desafíos de las investigaciones de muerte infantil y las complicaciones particulares de un sospechos adinerado y conectado, en este caso, un médico de renombre mundial con un equipo legal y un investigador privado a su disposición.

Puliafito y su abogado dijeron que no había hecho nada malo.

Para cuando los detectives Davis y Morse llegaron al dúplex de la calle Alameda, los paramédicos habían entrado y salido, y la oficina del forense se estaba preparando para llevar el cuerpo de Boaz a la morgue para una autopsia.

Aunque asignados a la unidad de homicidios, Davis y Morse a veces fueron enviados a accidentes, suicidios u otras muertes repentinas que, al final, no se consideraban como criminales por naturaleza.

La escena que encontraron el 5 de octubre de 2017 tenía las características de uno de esos casos: una tragedia, pero no un delito grave.

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No hubo indicios inmediatos de abuso o negligencia. Boaz pesaba 10 libras y estaba cuidadosamente vestido con un mono azul y blanco y calcetines a juego, según un informe del investigador forense.

El apartamento estaba limpio y ordenado y lleno de “artículos de buena calidad para bebés”, recordó Davis en una entrevista.

“No había nada fuera de lo común allí”, dijo.

La madre del bebé, una atractiva rubia de 26 años llamada Dora Yoder, “parecía realmente angustiada”, recordó Davis.

“Mi corazón simpatizaba con ella”, dijo.

Ella le dijo al investigador que vio a su hijo con vida por última vez alrededor de las 2 a.m., cuando lo amamantó. La temperatura exterior había bajado a 55 grados y, señaló que el calentador dentro del apartamento no funcionaba y “parecía como si el aire acondicionado estuviera encendido”, según el informe del investigador.

Yoder recordó haberle puesto ropa extra a Boaz, luego apilar mantas sobre su pecho: dos de muselina, luego una de lana, seguida de una manta de ganchillo y finalmente una colcha gris tamaño queen que un detective calculó en 4 a 5 libras.

Yoder dijo que se despertó poco antes de las 7:30 a.m. y encontró que el niño “no respondía”, dice el informe. Las mantas, aseguró, no cubrían su rostro.

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Dijo que llamó de inmediato a Ariel Franko, el padre del niño. Franko, un delincuente descrito en un informe policial ese año como un consumidor diario de metanfetamina y heroína, vivía a unas 20 millas de distancia en Sherman Oaks con sus padres. El informe no aborda por qué Yoder lo llamó por teléfono antes de llamar a una ambulancia y ella no respondió a los mensajes en busca de comentarios.

Yoder le dijo al investigador que le preguntó a Franko “qué hacer porque no sabía CPR”. Le indicó que usara un espejo para comprobar si respiraba. “Cuando ella no pudo ver la respiración, él le aconsejó que llamara al 911”, dice el informe.

Yoder afirmó que llamó a una ambulancia a las 7:30 a.m. Los registros de las fuerzas del orden público no reflejan tal llamada.

En cambio, fue un hombre quien llamó al 911 a las 7:40 a.m. para informar que un bebé no respiraba. Dijo que la madre era su novia pero que estaba en Pasadena.

“¿Sus padres lo encontraron así?”, preguntó el despachador de emergencias. “No lo sé. Ella me llamó llorando”, respondió.

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Cuando habló con el investigador del forense en el lugar, Yoder no había mencionado que se comunicó con un hombre en Pasadena para pedir ayuda, según el informe del investigador.

Solo más tarde los detectives se enterarían de que la persona que llamaba era Puliafito y que el médico de 66 años desempeñaba un papel enorme en la vida de Yoder. El alquiler del apartamento estaba a su nombre, y su familia y amigos sospechaban que él pagaba casi todo: muebles, comestibles, suministros para bebé y, lo que es más inquietante, drogas.

Los detectives pronto descubrieron que Yoder y Puliafito habían estado en el radar del Departamento del Sheriff mucho antes de la muerte de Boaz.

Un año antes, el padre de Yoder había telefoneado a la estación Altadena del LASD desde su casa en Missouri y compartió preocupaciones sobre la influencia de Puliafito.

“Se sabe que mi hija consume drogas y está involucrada con un médico que también se sabe que consume drogas”, le dijo Menno Yoder a un oficial el 30 de agosto de 2016, según una grabación de la llamada. “Él le da dinero a mi hija, le paga el alquiler, y le paga todas esas cosas”.

Carmen A. Puliafito is shown at a podium speaking into a microphone.
Carmen Puliafito renunció en marzo de 2016 como decano de la Escuela de Medicina Keck de la USC.
(Alex J. Berliner )

En ese momento, Puliafito tenía una excelente reputación en oftalmología y vivía en una mansión de $5 millones con su esposa de 38 años.

Sin embargo, pocos sabían que llevaba una doble vida. Estaba en una relación intensa con una escort de 21 años llamada Sarah Warren, proporcionándole más de $300.000 en regalos y gastos de manutención, según un informe que luego proporcionó a un juez. Su generosidad incluyó financiar el hábito de las drogas de Warren, escribió más tarde en una declaración jurada.

Puliafito comenzó a consumir heroína y metanfetamina, admitió más adelante en un testimonio judicial, y a menudo estaba en compañía de una multitud más joven que incluía a Yoder y Franko.

Se volvió cada vez más errático en el trabajo y, bajo la presión de la USC, renunció como decano en marzo de 2016.

Warren se limpió de las drogas más adelante ese mismo año y cortó los lazos con Puliafito. Yoder, que había luchado durante mucho tiempo contra la adicción a la heroína, posteriormente asumió un papel más central en su vida. A principios de 2017, se dirigió a él después de descubrir que estaba embarazada y él pagó su programa de desintoxicación, según documentos de la junta médica.

La suya era una relación curiosa. Más de tres décadas los separaban. Puliafito tenía tres diplomas de la Ivy League. Yoder había crecido como Amish y no tenía un título universitario. Ha insistido en que nunca fueron pareja romántica. Pero claramente la adoraba. Durante su embarazo, la llevó a viajes a Hawái e Israel, testificó después. En correos electrónicos entre ellos que fueron revisados por el Times, él escribió que la amaba y describió su interés en ayudarla como “sexy”. Él era una presencia habitual en su casa.

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Puliafito pasó un mes en rehabilitación después de ser expulsado de la USC, pero siguió profundamente involucrado con Yoder, según los documentos de la junta médica y sus familiares.

Boaz nació el 10 de septiembre de 2017. A la familia de Yoder le parecía que las cosas finalmente iban bien.

Luego, a mediados de octubre, les dijo que Boaz había muerto de SIDS. En un mensaje de texto a familiares revisado por el Times, ella escribió que su pérdida era demasiado dolorosa para discutirla. Le ofreció a su familia una línea de tiempo, la cual difería en la que le había explicado a la policía: dijo que encontró a Boaz muerto a las 6 a.m., no a las 7:29 a.m., dejando un lapso inexplicable de hora y media antes de la llamada al 911 de Puliafito.

Sus familiares se sorprendieron por la muerte del niño y luego sospecharon. Llamaron al Departamento del Sheriff, reiteraron sus preocupaciones sobre Puliafito y los alentaron a mirar más de cerca la muerte de Boaz. Una de las hermanas de Yoder se reunió más tarde con los detectives.

Para averiguar cómo murió el bebé, los detectives se propusieron comprender cómo vivían su madre y Puliafito. Encontraron un mapa de ese mundo en los teléfonos públicos de la cárcel del Condado.

Aunque Puliafito nunca había sido acusado de ningún delito, los adictos y traficantes con los que interactuaba fueron arrestados con cierta frecuencia, según muestran los registros judiciales.

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Las autoridades de la cárcel grabaron las llamadas de los reclusos, aunque obtener información incriminatoria era generalmente una posibilidad remota, ya que cada llamada incluía una advertencia automática de que las conversaciones estaban grabadas. Pero Davis y Morse solicitaron acceso a las llamadas realizadas desde la cárcel a los números de teléfono celular de Puliafito, Yoder y el padre del bebé, Franko, de igual manera.

Obtuvieron alrededor de cien grabaciones, incluidas más de una docena del teléfono de Puliafito en el período cercano a la muerte del bebé, según Davis y una transcripción de una audiencia de la junta médica. En ese período, Puliafito habló tres veces con Franko, quien estaba entrando y saliendo de la cárcel por cargos relacionados con las drogas, según el testimonio. El médico también tuvo múltiples conversaciones con Kyle Voigt, un traficante convicto que había estado de fiesta con ambos padres y se dirigía a prisión, indica la transcripción.

Puliafito habló abiertamente con los hombres encarcelados sobre sustancias ilícitas, otros que sufrieron una sobredosis y jóvenes adictas en su círculo, dijo un abogado de la junta a un juez en la audiencia.

Cuando los detectives escucharon un nombre desconocido en las grabaciones, intentaron localizar a la persona.

“Cada vez que entrevistabas a una persona, mencionaba a otra persona en este pequeño mundo”, dijo Davis.

Como es la norma para los detectives de homicidios, la pareja fue responsable de más de una docena de investigaciones en un momento dado. Para mantenerse al tanto de las voluminosas llamadas en el caso de Yoder, Davis comenzó a reproducir las grabaciones de la cárcel en su auto mientras conducía a casa.

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Los detectives escucharon atentamente en busca de información sobre Boaz.

“Hubo una conversación sobre la muerte del niño”, dijo Davis, negándose a dar más detalles.

Otro recurso para los detectives fue un informe confidencial sobre la mala conducta de Puliafito preparado para los fideicomisarios de USC por la ex fiscal de EE.UU Debra Wong Yang y su firma, Gibson Dunn & Crutcher. La universidad se había negado durante mucho tiempo a hacer público el informe, pero los detectives obtuvieron una orden judicial y, finalmente, parte del informe.

On the Kick School of Medicine campus, the sun shines on the side of a building that bears the sign "Keck Medicine of USC."
El campus de la Escuela de Medicina Keck de USC.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

Los detectives fueron a la casa de Puliafito, pero él se negó a hablar y los refirió a un abogado defensor penal.

Más tarde supieron que un investigador privado y otra persona que trabajaba en nombre del médico se habían puesto en contacto con miembros de la familia Yoder, según entrevistas y documentos revisados por el Times. Los miembros de la familia recibieron declaraciones juradas preescritas para firmar que contenían negaciones explícitas de que Puliafito usaba drogas, así como negaciones de que Yoder dañó al bebé. No está claro si alguna está firmada.

Mientras los detectives trabajaban, una muestra de sangre tomada del corazón de Boaz esperaba ser analizada en el laboratorio del médico forense del condado de Los Ángeles. Dos meses después de la muerte del bebé, una prueba de toxicología detectó metanfetamina.

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La presencia de la droga en el sistema que amamanta al bebé fue un avance fundamental. Proporcionó pruebas de que habían estado sucediendo más cosas en la casa de Altadena cuando Boaz murió de las que Yoder había dejado entrever.

Cuando los detectives regresaron a entrevistar de nuevo a Yoder, encontraron el BMW rojo de Puliafito estacionado afuera de su apartamento. Cuando se acercaron a la casa, el médico los vio y se fue, dijo Davis. Yoder “no fue realmente receptiva”, recordó el detective, pero accedió a una breve entrevista en el camino de entrada.

Ella admitió “haber usado metanfetamina dos veces desde que dio a luz y una vez la noche anterior a la muerte del bebé”, según un correo electrónico del investigador forense. No está claro qué dijo, si es que dijo algo, sobre Puliafito.

Lo que está claro es que la totalidad de la evidencia que reunieron Morse y Davis llevó a un fiscal a considerar un caso de homicidio involuntario contra Puliafito y un cargo de negligencia infantil contra Yoder, según un memorando de la oficina del fiscal de distrito del condado de Los Ángeles.

“Se sospecha que Puliafito le proporcionó metanfetamina a Yoder, que ambos supuestamente usaron” la noche antes de que el bebé fuera encontrado muerto, según el memorando del Diputado Dist. Atty. Jon Hatami. El especialista en procesamientos por muerte infantil, que lideró el caso contra los asesinos de Gabriel Fernández, escribió: “Más tarde, Yoder amamantó a la víctima. ...Por la mañana ...ambos sospechosos descubrieron que la víctima había muerto. Puliafito salió de la casa de Yoder antes de llamar al 911 para informar que el bebé no respiraba”.

Después de ser informado de lo que escribió el fiscal, Puliafito le dijo al Times en una entrevista que era “absolutamente falso”.

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Reconoció haber ido al apartamento la noche anterior “para ver al bebé”, pero aseguró que “no observó consumo de drogas”. Insistió en que estaba en casa con su esposa en Pasadena cuando Yoder lo llamó presa del pánico.

“Mi primer instinto fue llamar al 911”, dijo. Condujo hasta su apartamento, pero “estaba lleno de técnicos de emergencias médicas”, así que no se detuvo.

Mientras los detectives investigaban, Puliafito luchaba contra los esfuerzos de la junta médica estatal para revocar su licencia. Era, señaló su abogado, “uno de los oftalmólogos más destacados del mundo”. El médico, cuya licencia fue suspendida en septiembre de 2017, prometió que si se le permitía ejercer nuevamente, se dedicaría a tratar a la “población latina” desatendida en el Este de Los Ángeles.

En el estrado de los testigos en una audiencia en junio de 2018, nueve meses después de la muerte de Boaz, Puliafito se describió a sí mismo como completamente rehabilitado y dijo que no había consumido drogas en casi un año.

Un fiscal estatal que representa a la junta médica se centró en su relación con Yoder.

“Ella es una consumidora de drogas conocida, ¿verdad?”, preguntó la asistente del fiscal general Rebecca Smith.

“No sé cuál es su estado actual”, respondió.

“Pero has consumido con ella, ¿correcto?”, continuó Smith.

“No, no lo he hecho”, contestó.

Inicialmente dijo que no tenía conocimiento de primera mano sobre el uso de drogas de Yoder, pero luego reconoció su adicción previa a la heroína. Su relación no era sexual, testificó.

En lugar ser un “sugar daddy”, su papel era “consultor de atención médica”.

“Como católico practicante, si alguien se me acerca y me dice: ‘Estoy interesado en salvar la vida de mi bebé que está por nacer’, soy comprensivo”, le dijo Puliafito al juez.

Afirmó en su testimonio que ya no estaba en contacto cercano con Yoder y que había cortado el contacto con otros miembros de su círculo de consumidores de drogas.

Puliafito no sabía que los detectives de homicidios habían estado monitoreando sus llamadas a la cárcel o que Smith, el fiscal que lo interrogaba, tenía copias de las grabaciones.

Ella le preguntó cuándo se había comunicado por última vez con Franko.

“Hace más de dos años”, declaró.

El fiscal preguntó por otros: Voigt, el traficante en la cárcel; un adicto llamado Ashley; una usuaria de heroína de Santa Mónica llamada Nicole. Puliafito negó una relación en curso con Voigt y dijo que nunca había oído hablar de las mujeres.

Después de dejar la silla de testigos, Smith reveló la existencia de las grabaciones de la cárcel que demostraron que estaba en estrecho contacto con Voigt y Franko y conocía a las adictas.

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“Se cometió perjurio en el estrado el día de hoy”, declaró el fiscal.

Ella no procesó a Puliafito, pero no recuperó su licencia médica.

La última parada de la investigación fue la oficina del forense en Mission Road.

Una autopsia del bebé realizada por la médico forense adjunta, la Dra. Linda Szymanski, encontró congestión pulmonar leve, hemorragias en el corazón y una quemadura curativa en la mano izquierda, pero nada definitivo sobre el motivo de su muerte.

El informe toxicológico tampoco fue concluyente.

El nivel de metanfetamina (50 nanogramos por mililitro) “no era muy alto”, dijo el Dr. Patil Armenian, toxicólogo médico de UC San Francisco-Fresno, investigador de drogas y médico de la sala de emergencias que revisó el informe del forense para el Times. Advirtió que había poca investigación sobre qué constituía una dosis letal para un bebé. En uno de los pocos estudios, una revisión de ocho recién nacidos que murieron con la droga en sus sistemas, “se debieron claramente a la metanfetamina que tenía un nivel un poco más alto” que el de Boaz, dijo Armenian.

Aún así, señaló, “no debe haber metanfetamina en un bebé”.

Szymanski, que ahora trabaja en el Children’s Hospital de Los Ángeles, se negó a hablar sobre su trabajo.

Los correos electrónicos obtenidos a través de una solicitud de registros públicos muestran que ella y su supervisor inicialmente decidieron que no era posible determinar cómo murió Boaz. Más adelante esa misma semana, Szymanski se enteró por el investigador del forense sobre la participación de Puliafito y el interés concomitante en el caso del Times. Pidió una reunión con el jefe forense, el Dr. Jonathan Lucas.

“Solo quiero confirmar que el Dr. Lucas está de acuerdo con la causa y forma de muerte, ya que este caso tiene interés en los medios y puedo prever que llegue a un periódico de Los Ángeles”, escribió Szymanski en un correo electrónico.

Ella y Lucas se conocieron. Posteriormente, cambió sus conclusiones. El informe que presentó enumeró la causa de la muerte como asfixia por las mantas en el pecho del bebé, y la “exposición a la metanfetamina” de la leche materna figura como una condición contribuyente “no relacionada con la causa inmediata de la muerte”.

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Carmen Puliafito, in suit and tie, at a state medical board trial.
Carmen Puliafito, de traje y corbata, en un juicio de la junta médica estatal.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

A continuación, tuvo que pronunciarse sobre la forma de muerte: accidente, natural, suicidio, homicidio o indeterminado. Marcó una casilla que indica “accidente”.

Tres expertos médicos consultados por el Times dijeron que no estaban de acuerdo con algunos aspectos de su informe, comenzando por la forma de muerte. Comentaron que aunque no vieron evidencia de juego sucio al revisar la autopsia del bebé, tampoco vieron evidencia concluyente de un accidente y no estuvieron de acuerdo con la decisión de clasificar el deceso de esa manera.

“Hay muchas preguntas sin respuesta sobre esta muerte”, dijo el Dr. James Ribe, un especialista en autopsias pediátricas que se jubiló de la oficina del forense del condado de Los Ángeles en 2018.

Dado que a menudo no hay evidencia física de asfixia, es común confiar en pruebas circunstanciales, incluidos los relatos de testigos, para llegar a una conclusión.

La ex investigadora del forense de Los Ángeles, Denise Bertone, una enfermera que realizó más de 2.000 investigaciones de muertes pediátricas, dijo que dudaba de que Yoder fuera lo suficientemente creíble para informar la determinación del forense.

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“No se basa únicamente en un diagnóstico de asfixia en el informe de la madre cuando estaba drogada en el momento en que puso al bebé a dormir”, dijo Bertone.

Bertone actualmente está llevando a cabo una demanda contra la oficina por su manejo de otra investigación de muerte infantil.

Las decoloraciones en el pecho y la cara del bebé también arrojan dudas sobre la versión de Yoder de los eventos, dijeron cuatro expertos. Las marcas son evidencia de la acumulación de sangre después de la muerte, señalaron, y sugieren que Boaz podría haber muerto boca abajo y volteado algún tiempo después.

La portavoz de un forense reconoció que las marcas podrían ser evidencia de una muerte boca abajo, pero dijo que eran “consistentes” con la asfixia general.

Tres expertos encontraron sospechosa la quemadura en la mano del bebé. Yoder dijo a los investigadores que, la semana antes de morir, el bebé de 18 días tocó con su mano un sartén caliente. Yoder afirmó que fue a un pediatra al día siguiente, según confirmó el forense.

Ribe, el patólogo jubilado, dijo que la gravedad de la herida indicaba que un objeto caliente probablemente estaba contra la mano del niño el tiempo suficiente, o con bastante presión, para quemar la piel.

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“La quemadura es por algo más que tocar algo caliente”, dijo Ribe, quien asignó el caso a Szymanski pero no recordaba haber estado involucrado en sus conclusiones. Advirtió que su opinión se basó en el informe escrito, no en las fotos de la lesión.

Los investigadores reclutaron a otro patólogo para que evaluara, y los correos electrónicos muestran que, en mayo, uno de los detectives buscó reunirse y discutir el caso con el forense. También se consultó a un experto en abuso infantil. Al final, la oficina del forense se mantuvo fiel a sus hallazgos. Lucas, el forense jefe, reiteró su confianza en Szymanski en un correo electrónico enviado al Times este mes.

“Determinar la causa y la forma de la muerte es una cuestión de juicio profesional”, dijo.

El hallazgo oficial de que Boaz fue asfixiado accidentalmente por una pila de mantas presentó un desafío para la oficina del fiscal de distrito.

Las fuerzas del orden se dirigen cada vez más a las personas que proporcionan drogas ilegales que causan sobredosis. Los grandes jurados federales en Los Ángeles, por ejemplo, acusaron a tres hombres el año pasado por supuestamente proporcionar las drogas que mataron al rapero Mac Miller e inculparon al activista Ed Buck de dos muertes por sobredosis.

Los fiscales de otros lugares han incriminado a los padres en las muertes de bebés que fueron atribuidos a las drogas.

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Una mujer del condado de Shasta sospechosa de amamantar a su recién nacido mientras usaba metanfetamina y heroína está cumpliendo cadena perpetua tras ser condenada por asesinato en primer grado por envenenamiento. El padre de su bebé, sospechoso de procurarle drogas, entre otros delitos, fue condenado a 18 años.

En esos casos, sin embargo, las drogas fueron la causa clara de muerte.

Sin eso, el fiscal y los detectives concluyeron que no podían continuar con la investigación.

“Eso terminó para nosotros”, dijo Davis.

La Oficina del Fiscal de Distrito declinó hacer comentarios y no permitió a Hatami, el fiscal, estar disponible para una entrevista.

Hatami escribió en un memorando del 23 de junio: “Después de una investigación exhaustiva y una consulta con expertos médicos... no hay pruebas suficientes para demostrar más allá de una duda razonable que la víctima murió como resultado de un delito cometido por cualquiera de los sospechosos”.

Nadie parece haber informado a Puliafito, Yoder o su familia sobre la decisión de no procesar. Su hermana Miriam Jones reaccionó enojada: “Sé que él es responsable de la muerte de este bebé, directa o indirectamente”.

El abogado de Puliafito, Timothy Reuben, insistió en un correo electrónico que, a pesar de los hallazgos de la policía, el médico “era simplemente un buen samaritano”.

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“El Dr. Puliafito NO le proporcionó metanfetamina a Dora Yoder ni la estaba usando”, escribió Reuben.

Yoder dio a luz el año pasado a un segundo hijo, una niña, con Franko, según los registros de nacimiento. Su casero dijo que Puliafito seguía pagando el alquiler en el apartamento de Altadena y era un visitante frecuente.

Según la estimación de Davis, el caso de Yoder requirió más trabajo del detective que el 90% de sus otras investigaciones, incluidas las que terminaron con condenas.

Aún así, dijo: “Siento que hicimos nuestra parte”.

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