Columna: ¿El próximo senador de California debería ser negro o latino? Podrían ser ambos si Feinstein renuncia
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Cuando la líder del Caucus Legislativo Negro de California habla de por qué debería ser una mujer negra quien reemplace a Kamala Harris en el Senado de Estados Unidos, a menudo vuelve al viejo adagio sobre el poder político.
“Si no tienes un lugar en la mesa”, me dijo la asambleísta Shirley Weber (demócrata-San Diego), “entonces estás en el menú”.
Y los negros de California, con razón, no tienen intención de estar en el menú. Por segunda vez esta semana, una amalgama de líderes negros envió una carta al gobernador Gavin Newsom el miércoles, instándolo a elegir a la representante Karen Bass, de Los Ángeles, o la representante Barbara Lee, de Oakland, para ocupar el escaño que pronto dejará vacante la vicepresidenta electa Harris.
“La representación importa”, escribieron. “Nuestra democracia debe reflejar la vibrante diversidad de California y recompensar a las mujeres afroamericanas por seguir impulsando al Partido Demócrata hacia importantes victorias en todo el país, incluida la recuperación de la Casa Blanca”.
El único problema para Newsom es que los líderes latinos están haciendo un argumento similar.
“California es azul (demócrata), azul, azul gracias a nosotros”, dijo el mes pasado la asambleísta Lorena González (demócrata-San Diego). “Es el trabajo que hicieron los latinos en el terreno. Son nuestras amas de llaves y conserjes. Construimos el estado nuevamente, como una entidad que elige a los demócratas una y otra vez”.
El Caucus Legislativo Latino está presionando a Newsom para que nombre al secretario de Estado, Alex Padilla, especialmente ahora que otro posible funcionario, el fiscal general, Xavier Becerra, ha sido nominado para convertirse en el próximo secretario de Salud y Servicios Humanos de la nación.
Entonces, ¿qué puede hacer un gobernador al que le encanta hablar de equidad cuando se enfrenta a este conjunto de candidatos calificados de color?
Aquí hay una idea: Deberíamos ayudarlo instando a Dianne Feinstein a que renuncie temprano —preferiblemente antes del próximo Congreso— para que California tenga dos escaños libres en el Senado de Estados Unidos, en lugar de solo uno.
Si bien no es la solución más fácil al problema político del gobernador, es la correcta. La representación importa, y cuanto más escucho a los líderes negros y latinos exigirla en nombre de un estado que se vuelve más diverso cada año, menos entiendo por qué nuestra senadora principal sigue en el cargo, bloqueando el progreso.
En verdad, tampoco lo entendí del todo en 2018, cuando Feinstein se postulaba para la reelección contra el ahora concejal de Los Ángeles, Kevin de León. En ese entonces, miembro de la junta editorial de Sacramento Bee, recuerdo haber escuchado con atención cuando le preguntamos por qué quería regresar al Capitolio de Estados Unidos después de pasar décadas en el Congreso.
¿Su respuesta? Un dudoso “porque hay mucho más que puedo hacer”.
Feinstein continuó hablando sobre la importancia de su antigüedad en los comités de Asignaciones, Inteligencia y Judicial de alto perfil del Senado —liderazgo que acordó abandonar— y su habilidad aparentemente única para obtener subvenciones.
Y luego dijo esto: “Creo que represento los valores del estado”.
No es así. Eso simplemente ya no suena cierto. No después del año que hemos tenido, con confrontaciones raciales sobre la supremacía blanca, un trastorno económico que ha devastado a los californianos pobres y de clase media por igual, y una pandemia que continúa cobrando vidas latinas y negras de manera desproporcionada.
A sus 87 años, Feinstein es la integrante de mayor edad del Senado de Estados Unidos, miembro de la Generación Silenciosa, en una entidad dominada por personas menores de 40 años. Es una mujer millonaria en un estado invadido por la pobreza y la falta de vivienda, que con demasiada frecuencia se conjugan.
Las críticas a Feinstein se han intensificado en los últimos meses, especialmente por parte de la izquierda progresista después de las audiencias de confirmación de los ahora jueces de la Corte Suprema, Brett M. Kavanaugh y Amy Coney Barrett. Las preguntas persistentes sobre su agudeza mental —en particular su memoria a corto plazo— no han ayudado, ya que el personal tiene que aclarar con frecuencia las declaraciones que Feinstein ha hecho a los periodistas.
Dado todo esto, tendría mucho sentido que ella estuviese desinteresada y se jubilara temprano, con la gratitud de California, por una carrera distinguida.
Ahora es absolutamente el momento de ser una aliada de las comunidades de color y dejar que otro legislador más joven represente los valores en evolución de este estado. Para abordar adecuadamente las muchas disparidades raciales históricas en todos los ámbitos, desde la atención médica hasta la vivienda, la entidad necesita un senador negro y un senador latino.
Pero la política rara vez, si es que, en alguna ocasión, tiene perfecto sentido. Lo que es mucho más probable que suceda es que Feinstein continúe hasta que termine su mandato en enero de 2025.
Eso significa que dependerá de Newsom asegurarse de que California tenga una oportunidad real en este futuro multicultural en el Senado de Estados Unidos —y la única forma de hacerlo es nombrar a Lee o Bass, para reemplazar a Harris ahora. Los negros no pueden esperar.
Si el gobernador no lo hace, la triste verdad es que podría ser extremadamente difícil, si no imposible, que cualquiera de estas mujeres altamente calificadas se convierta alguna vez en senadora de Estados Unidos, a pesar de que todas merecen el cargo. Y, si la historia es una indicación del futuro, pasarán varios años más para que otra mujer negra tenga una oportunidad real similar, dado que solo hay unas pocas en los niveles más altos del gobierno.
Culpe al racismo sistémico y al sexismo.
Harris fue solo la segunda mujer negra en servir en el Senado de Estados Unidos, después de Carol Moseley Braun de Illinois. Y con la exsenadora convirtiéndose en vicepresidenta, ahora solo hay tres mujeres negras en la delegación del Congreso de California, y ninguna en el Senado de este estado o de cualquier otro.
“La capacidad en todo el país para reconocer y apoyar a las mujeres negras en puestos estatales es muy sombría”, señaló Weber. “Tienes 100 personas en el Senado y no hay una mujer negra” sin Harris.
Eso es inaceptable.
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Weber recuerda la pelea “extremadamente costosa” que fue necesaria para que Harris se enfrentara a los votantes de toda la entidad por primera vez, y se burla con enojo de la idea de tener que hacerlo de nuevo, en lugar de poder confiar en la visibilidad que conlleva el cargo.
Es particularmente irritante en un momento en que los demócratas elogian a las mujeres negras por ser la “columna vertebral” del partido, y dependen de otra; Stacey Abrams, para asegurarse de que el mes próximo en Georgia haya suficientes votantes para que el Senado vuelva a estar bajo control demócrata.
Un candidato latino, por otro lado, probablemente tendría más suerte al postularse para el escaño de Feinstein —asumiendo nuevamente que la historia es una indicación del futuro. Ya una cuarta parte de la delegación del Congreso de California y aproximadamente la mitad de los funcionarios estatales actuales son latinos.
Es por lo que Weber, junto con políticos y activistas negros en todo California y en el resto del país, no se rinde. Y con razón.
“Este es nuestro escaño”, señaló. “Hemos luchado por conseguirlo y hubo una razón por la que luchamos por él. Y no deberíamos de justificarlo”.
Espero que Newsom esté escuchando.
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