Su acumulación podría costarme la vida: La opinión de una doctora que lucha en la trinchera contra el coronavirus
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Como médico que labora en un hospital público de Los Ángeles, no tengo la opción de trabajar a distancia o desde casa. Mis colegas y yo tenemos el compromiso moral de cuidar a los enfermos y tratar de salvar vidas. Esta es una profesión que elegimos felizmente, conociendo los riesgos involucrados, aunque solíamos sentirnos adecuadamente protegidos. Hoy, con una pandemia global frenética, ya no es así.
En la región italiana de Lombardía, muy afectada, el 20% de los trabajadores de la salud han sido infectados por COVID-19. Cada vez que otro de ellos se enferma, esa es una persona menos para tratar a otros pacientes.
Sabemos que hay una ola creciente de personas infectadas. Y estamos muy preocupados por nuestra capacidad para enfrentarlo.
Una de las mayores preocupaciones son los suministros. En los hospitales de todo el país, se racionan las máscaras en preparación para el próximo aumento de pacientes. En lugar de usar una nueva máscara con cada paciente potencialmente infeccioso, se nos asignan una o dos por día. Hasta la semana pasada, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recomendaron que los profesionales médicos que tratan a personas sospechosas de tener coronavirus usen máscaras N95, que confieren el más alto nivel de protección. Luego cambió esa guía para recomendar el uso de máscaras quirúrgicas, que no ofrecen tanta protección.
¿Por qué? Para estirar una reserva nacional de máscaras N95 estimadas en sólo el 1% de lo que se necesitará.
Cuando leí que las personas acaparaban las máscaras N95 y quirúrgicas, me indigné. El acaparamiento público de los suministros que necesitan las clínicas y los hospitales no es la forma de protegerse; de hecho, es contraproducente. El distanciamiento social no es simplemente una frase; es lo que todo individuo responsable debería hacer para frenar este virus y darle al sistema de salud la oportunidad de triunfar. En lugar de ponerse máscaras para pelear por la última caja de agua en el supermercado, quédese en casa; es más seguro. Y si se siente mal, incluso con resfriados leves, aíslese de otra gente hasta que las pruebas de COVID-19 se generalicen lo suficiente como para que pueda obtener un resultado inmediato.
Ese es el consejo que dan los funcionarios públicos responsables. Sin embargo, todos los días vemos fotos en el periódico de personas que siguen adelante con sus vidas cotidianas con máscaras de calidad profesional para protegerse, en lugar de simplemente quedarse en su hogar. Es frustrante ver esas caras cubiertas cuando sé que los médicos y las enfermeras en la primera línea ya necesitan desesperadamente las máscaras.
La gente compra y atesora máscaras para protegerse. Pero en realidad, cuidar a los profesionales médicos es imprescindible para auxiliar a la nación. Si incluso una fracción de los doctores y las enfermeras se enferman, no recibirá la atención médica que se necesita si se enferma gravemente por un coronavirus, o un ataque cardíaco o cualquier otra cosa.
El gobierno comparte la responsabilidad en esta crisis. Durante décadas, la salud pública no contó con suficiente financiación y la red de seguridad se ha erosionado. Los hospitales de todo el país -incluido donde trabajo- están haciendo todo lo que está a su alcance dentro de este sistema extremadamente poco preparado para intentar organizarse en este desastre. Pero es probable que nos quedemos cortos. Ni siquiera tendremos la cantidad necesaria de camas si el virus continúa propagándose como se esperaba, y hasta ahora el gobierno federal no ha proporcionado un plan para obtener esas camas.
El hecho de que el gobierno federal no acelere rápidamente las pruebas es otra cosa que nos ha puesto a todos en peligro. No tenemos suficientes kits para evaluar a todos quienes muestran signos potenciales del virus, y no contaríamos con la capacidad de laboratorio necesaria para procesar esas pruebas si las tuviéramos. Es imposible prepararse adecuadamente para la pandemia cuando no tenemos idea de cuántas personas están infectadas.
Pero podemos hacer cosas para ayudar a fortalecernos contra la ola inminente a medida que los casos se disparan en los próximos días o semanas. Siga los consejos acerca de limitar el contacto social, deje de acaparar artículos, aíslese cuando se sienta enfermo hasta que tenga acceso a las pruebas.
El gobierno federal debe implementar restricciones sobre quién puede comprar equipos de protección personal como máscaras y batas. Y, si ya tiene un suministro de máscaras quirúrgicas o máscaras N95, considere contactar a su hospital local para donarlas o venderlas.
Hay bastantes cosas que no conocemos sobre este coronavirus. Pero algo que sí sabemos es que las cosas van a empeorar. Veremos un fuerte aumento en los casos en las próximas semanas, de manera muy similar a la de muchos países europeos, y esto pondrá un inmenso estrés en el sistema médico.
También sabemos esto: si los médicos y las enfermeras mueren debido a una protección inadecuada, todo el papel higiénico y las pastas secas del mundo no lo salvarán.
Erica Patel es médico residente de medicina interna y pediatría en USC Medical Center del condado de Los Ángeles.
Para leer esta nota en inglés haga clic aquí
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